Los rostros del mundo (57) El poema

EL POEMA

He de confesarte, amigo Julio
que prefiero el poema acotado 
por su marco de intenciones,
aunque sean mínimas,
aquel en el que el poeta se lee a sí mismo
en el mundo
y se hace crítico, lúcido y compasivo
y me tiene en consideración,
yo que pasaba por allí
y me entretuve curioso o seducido
o con ansias de conocer,

antes que ese otro poema
en el que el poeta se diluye en la luz,
se abstrae y elucubra en la mendacidad
de su espíritu que cree sublime
y que finalmente no pasa
del umbral de su miseria balbuciente.

Una cosa es el misterio insondable,
el abismo del alma
al que el espíritu se acerca 
      con devota dedicación,
y otra, muy distinta,
es la afectación de una elevación 
      que no se tiene, ni se tendrá.

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