EL POEMA He de confesarte, amigo Julio que prefiero el poema acotado por su marco de intenciones, aunque sean mínimas, aquel en el que el poeta se lee a sí mismo en el mundo y se hace crítico, lúcido y compasivo y me tiene en consideración, yo que pasaba por allí y me entretuve curioso o seducido o con ansias de conocer, antes que ese otro poema en el que el poeta se diluye en la luz, se abstrae y elucubra en la mendacidad de su espíritu que cree sublime y que finalmente no pasa del umbral de su miseria balbuciente. Una cosa es el misterio insondable, el abismo del alma al que el espíritu se acerca con devota dedicación, y otra, muy distinta, es la afectación de una elevación que no se tiene, ni se tendrá.