Los rostros del mundo (135) Requiem

 REQUIEM

Deja que todo sea triste y tenebroso,
frío y desolado, deja que la intemperie
dibuje sus témpanos en el rostro húmedo
del peregrino que busca en la noche gélida
al Dios precursor de la costumbre ordenada.

Deja que todo sea sufrimiento y muerte,
que el páramo sombrío no nos alimente,
que seamos espectros locos que transitan
famélicos por un desierto de perfiles
siniestros, de lunas pálidas, sin deseos,
en busca de tu bondad y misericordia.

Ríos secos, rostros disecados, congojas
y lamentos, vientos sin suerte sean nuestra
compañía, caminos sin sombras ni arengas
reparadoras, sin raíces ni campanas,
ni murmullo del agua, ni sonrisa, ni ancla,
cordel que ata los papeles de la condena
sean los pasos que acompasen nuestra alma
hacia el lugar de la perdición sin espejo.

Ya sin ella nada tiene sentido y solo 
el dolor compite por ser el elegido
más cordial de este descenso de espino y luto.

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