Escarbar en la arena para encontrar, las monedas de la abundancia, escarbar para hallar alguna pepita de oro, austero en la lucha por sentir un mínimo de esplendor, minero de tu propia y oscura tierra, de tu abismo de fango sin estrellas, hurgar con una cuchara, servirse de un escalpelo, limpiando con una pluma de ave asustada, sin impaciencia, sin oscuridad, sin avidez, saber esperar el hallazgo, ser digno de él, al margen de los hilos y las reverencias, al margen del laudo y el delirio. Un claro y simple beneficio de luz y de monedas, para llevarlas y traerlas y tener pan y manta y calor, para ver los crepúsculos, los oros sin comercio, los oros del alma.