Los que se ofenden con quíteme Ud. estas pajas ¡qué rémoras! Los que se la cogen con papel de fumar ¡qué sensiblados! La vida está llena de polvo, agua y barro y vivir ensucia las manos propias y salpica a las ajenas. Corresponde lavarse todos los días, regenerarse todos los días, volver a empezar estrenando los viejos pantalones de siempre. Pero los hay que prefieren mantener la mancha en el traje del alma para decirle al mundo que fue motivo de una ofensa. El supuesto ofensor, ni se acuerda. Pero ellos prefieren dejar podrir el alma. Y se creen dignos, los ofendidos siempre se creen dignos, es decir, los otros son indignos. Qué superfluos. No saben que la primera ley de la dignidad es borrar la ofensa, revertirla hacia la luz de la inteligencia, hacia el consuelo del corazón. Ni lo saben ni lo quieren saber.