KAFKA Era temperamentalmente interesante la condición quejumbrosa, crepuscular de su carácter. No había observación que no contuviera una intensa luz para ver el mínimo fallo y un estilete para señalar el lugar del malestar que ocasiona el fallo. La letanía de las quejas sobre su salud ha quedado como una marca de agua en todas las cartas de los jóvenes escritores que dan a entender las señas de su sensibilidad. Cartas llenas de quejas y apuntes sobre la delicada salud, receptora del alma. Es un lugar común que inauguró un desdichado profesional, inmerso ya en el mundo agónico del capitalismo. El juego de la hipocondría, la angustia, es una tremenda verdad en quien se siente vulnerable. Es el miedo omnipresente planeando sobre la cáscara de la vida. Es el miedo alimentando a la muerte. El miedo de Kafka era verdadero. El mundo se ha empeñado en darle la razón.