He pisado la calle esperando que ocurriera un milagro. Milagros de esos que no ocurren: que, de pronto, dejaran de dolerme todos los huesos del alma y que todas las angustias del cuerpo salieran de mí como golondrinas en busca de una rama de olivo para dar la buena nueva de que irradio felicidad para todos los machacados del mundo. Parece ser que pienso que sólo se puede ser feliz si los otros también son felices. Que la felicidad es una ligereza compartida. No se puede comer delante de gente que pasa hambre. También el alimento debe ser un maná compartido. Como el dinero, que sí da la felicidad. Como la riqueza, que debe ser compartida. El hombre aislado no existe. Nelson Mandela estuvo en prisión 27 años y no se puede decir que fuera un hombre aislado. Solo el muerto es un hombre aislado. Perfectamente aislado. ¿Se puede ser feliz entre infelices? La menta existe entre las malas hierbas. Tal vez las malas hierbas no sean malas hierbas. Hay que tener cuidado con la elección del adjetivo. Un mal adjetivo crea infelicidad. Y hasta puede matar.