He bajado a la calle 16- día 324

 He pisado la calle 
 esperando que ocurriera un milagro.
 Milagros de esos que no ocurren:
 que, de pronto, dejaran de dolerme
 todos los huesos del alma
 y que todas las angustias del cuerpo
 salieran de mí como golondrinas
 en busca de una rama de olivo
 para dar la buena nueva
 de que irradio felicidad
 para todos los machacados del mundo.
  
 Parece ser que pienso 
 que sólo se puede ser feliz
 si los otros también son felices.
 Que la felicidad es una ligereza compartida.
 No se puede comer 
       delante de gente que pasa hambre.
 También el alimento
       debe ser un maná compartido.
 Como el dinero, que sí da la felicidad.
 Como la riqueza, que debe ser compartida.
 El hombre aislado no existe.
 Nelson Mandela estuvo en prisión 27 años
 y no se puede decir que fuera un hombre aislado.
 Solo el muerto es un hombre aislado.
 Perfectamente aislado.
 ¿Se puede ser feliz entre infelices?
 La menta existe entre las malas hierbas.
 Tal vez las malas hierbas no sean malas hierbas.
 Hay que tener cuidado con la elección del adjetivo.
 Un mal adjetivo crea infelicidad.
 Y hasta puede matar.  

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