He bajado a la calle 15- día 323

 Lo primero que me llamó la atención
        cuando bajé a la calle,
 fue la veleta del palacio episcopal girando
 por un viento extraño
 que no repercutía ni en las hojas de los árboles,
 ni en las lánguidas banderas,
 ni en la sumisa ropa tendida de los balcones.
  
 La veleta es sicaria del viento.
 Se movía allí arriba como si tuviera
       un aire privado que la invitaba a danzar,
 unas ráfagas huracanadas que solo ella percibía,
 un movimiento autónomo girando
       a una velocidad inaudita.
  
 La expectación de la gente
 se ramificaba en diversas teorías explicativas:
 que si era efecto de un avión a reacción,
 que si se prepara una buena tormenta,
 que si es síntoma de un tsunami…
  
 hasta que el niño del vecino dijo
 “hay una guerra de ángeles ahí arriba”.
  
 Yo me volví para casa, por si acaso. 

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