He bajado a la calle 14- día 322

 He bajado a la calle y me encuentro
 con la imagen más deprimente de mí.
 De pronto soy un patético personaje que deambula
 hacia la repetición de la pesadilla especular,
 la reiterada costumbre de ser el mismo
 andando por un circuito de calles conocidas,
 yendo a los mismos sitios, a los mismos comercios,
 animal de noria, sumando pasos a los pasos
 para llegar siempre al mismo sitio: una nada
 redonda sin rumores ni cañaverales nuevos.
  
 Yo no sé si soy yo que deliro
 o es verdad que hay un cuervo que va dando saltitos
 sin perderme de vista.
 ¿Un cuervo que me sigue?
 Tampoco sé si es el mismo cuervo
 o hay toda una parentela pasándose la consigna
 de por donde pasea mi sombra.
 ¿Son mis amigos, que están a la espera de asistirme
 porque prevén mi inminente colapso,
 o están amaestrados por la policía?
 Yo nunca hablé con un cuervo.
 Metafóricamente sí. Cuervo real, no.
 Ahí hay otro. Todos son iguales.
  
 He de cambiar de ruta, no puede ser
 que me encuentre con esta paranoia
 cada vez que paseo por esta ciudad
 orgullosa, sucia y levítica. Sin salida. 

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