He bajado a la calle 11- día 319

 Hoy toca comida con los colegas.
 Distintos ámbitos, distintas personas.
 Colegas laborales y colegas artistas.
 Entre unos y otros, divisiones y subdivisiones.
 En cada una de ellas, personas admirables.
  
 G. correría una maratón para darte un recado.
 J.  abriría todas las jaulas de pájaros 
     para hacer feliz a su sobrina.
 K. practica el vuelo sin motor para filmar a los gansos
      en pleno vuelo.
 B. recorre en bicicleta todos los caminos 
     que llevan a Santiago y todos los que vuelven a casa.
 P. es experto en Las Montañas de Prades, 
     una especialización de los caminantes de la noche.
 F. es un maestro acuarelista y monje secularizado
     de todos los monasterios del románico catalán.
 E. es un erudito local sin el cual 
       ¡qué sabríamos de nuestro pueblo!  
  
 Hoy tocaba J. y R. que no necesitan ningún trago
 para ser los compadres más felices
 a este lado del Me-Río Ebro.
  
 J. es afilador de cuchillos, bebedor de te 
    -hecho en teteras importadas de China-
    coleccionista de diccionarios y zambombas.
 R. es maestro en retórica 
    por la Universidad Singular de Salamanca,
    experto en gastronomías peninsulares,
    folklorista y especialista en crímenes novelados.
  
 Salir a la calle, ir a un restaurante, 
 comer y hablar, beber y departir, 
 con estos colegas del buen yantar,
 es de tal delicia, que uno no quisiera
 morirse ni desvanecerse, ni amortajarse, 
 aunque, llegada la hora de marchar, uno se marcha,
 que no hay que abusar nunca,
 ni siquiera de lo bueno. 

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