Depredator – día 57

Amo a los animales, por eso me los como.
Pollos, conejos, ocas, patos,
cabritos, terneros, vacas, bueyes, corderos,
aves, truces, trenes,
del mar, del río, del aire, de la tierra,
cerdos, el ave más bella del mundo
      si volara, como dijo Cunqueiro.
 
La humanidad entera, yo el primero,
o el último, qué más da,
debemos estarles eternamente agradecidos.
Ellos contribuyeron, en gran medida,
a que el cerebro de los primeros primates
pasara de 450 cm3 a los 1800 actuales.
Ello permitió las habilidades
del habla y las herramientas,
y todas las invenciones desde el fuego y la rueda
a este teclado en el que escribo
estas palabras de un troglodíta depredator,
que, aclaro, no soy yo.
 
Desde aquí se van oyendo
      los gritos de los veganos o vegetarianos
      o animalistas que dicen amar a los animales
      y viven con cocodrilos.
 
Si solo hubiéramos comido hierbas
ahora seríamos apacibles como rumiantes,
cobardes como conejos, acuosos líricos
      entre las garras del tigre.
Pero, no, decidimos comer carne
      hacernos agresivos para combatir
a los predators que nos tenían en su dieta.
Quisimos ser como ellos y aquí estamos,
decididos a acabar nuestros días
      consumidos por el amor,
el amor a los animales.
          



 




      

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