Los rostros del mundo (19) Soneto VIII

SONETO  DE LA SUPERACIÓN 


Yo quisiera cantar, pero no puedo.
Me aprisiona la voz esta tristeza
que invade mi alma desde la bajeza
de sentirme atrapado por el miedo.

A mi alrededor crecen con denuedo
las torpes dentelladas, la fiereza
del mundo, la obstinada fortaleza
del mal, la terca infamia con su enredo.

No debo sin embargo protegerme
con excusas, chupones de energía,
ni sentirme ante el daño tan inerme.

No quiero que el mal rinda mi porfía.
Necesito bondad para ofrecerme
dando siempre la cara y la alegría.

Los rostros del mundo (18) Soneto VII

SONETO DE LA PÉRDIDA 


Una postal de pétalos flotando,
el río del recuerdo, fugaz sueño,
atrás, santa memoria, ya sin dueño,
el triste corazón, siempre danzando.

El limón del amor contra mi pecho,
los caprichos del tiempo, sus heridas,
las palabras buscando, definidas,
la oscura devoción y su derecho.

La pérdida del cielo en su materia
de laberintos sin luz ni consuelo,
rostros sin compasión, arcilla seria.

Huyendo del dolor, llorando el duelo,
huraños perros locos en la feria
buscando la salida a ras del suelo.

Los rostros del mundo (17) Soneto VI

SONETO DE LA CALMA 


Las mañanas del mar traen la calma.
Navega la paz del mundo en mi mano.
Desprende el corazón su brillo humano
      bajo el metal hendido de la palma.

El abierto venero, luz del alma,
cómplice nos integra en el arcano:
ser en la contención como un espartano,
no ser en la razón el que se ensalma.

Las olas sucesivas, en la lenta
armonía del agua y su cadencia,
respiran el sosiego en movimiento.

Vida y muerte en el mismo pensamiento,
ser y no ser estando en mi presencia,
señor en la verdad contra la afrenta.

Los rostros del mundo (16) Soneto V

SONETO OCULTO 


Andar por las montañas, y estar oculto
Cogido de tu mano y estar perdido
Batido por los vientos, y estar perdido
Sin sombra y en las rocas y estar oculto

¿Quién conoce el secreto si estás oculto?
¿Entre la gran presencia si estás perdido?
Nadie responde si todo está perdido
Por las briznas de la luz y estar oculto

La serenidad de la espera lo dice 
Toda la caridad cautiva en silencio
Del mundo no se aprende lo que se dice

Abreva el alma, un jaguar en el silencio,
Dispone en el acto todo cuanto dice
Y la voz primera acaba en el silencio.

Los rostros del mundo (15) Soneto IV

SONETO  DE LA ESFINGE 


Las aceradas tardes tan esquivas,
Los silencios quebrados tan en flor,
La crédula materia sin calor,
El sueño que traicionas y derivas.

El recuerdo es el puerto donde estivas
Melancólicas cárceles de amor,
Féretros ambulantes sin valor,
Decisiones ocultas o elusivas.

Ya nada es como aquello que quisiste,
La esfinge ya es el polvo del ocaso,
La arena que se crea y que persiste
En círculos que suman su fracaso.

Vivir no puede ser lo que viviste.
Morir es un patético traspaso.

Los rostros del mundo (14) Soneto III

SONETO DE LA BODA 


Que vengan los siglos si han de venir
al paso del timbal y la trompeta
que don Juan, en ausencia de Enriqueta,
pasará de varón a consentir.

Aunque sea difícil concebir,
si el papa don Ramón nos lo decreta,
don Juan se vestirá con etiqueta
y el menda se pondrá con el decir.

Sea pues, el bodorrio bien dispuesto,
Juanito se presenta en la capilla,
nuestro Pep con el clip en la solapa,

Manolo con la cámara se ha puesto
a grabarnos a todos y nos chilla
y nos pide ser serios o nos capa.

Los rostros del mundo (13) Soneto II

SONETO DE LA SENSUALIDAD 


Feroz ladrón de néctares ajenos
Furioso colibrí que vas libando
La melaza que el sabio va dejando
En la paz de los lugares amenos

Naces en el mar de los sarracenos
Donde el sol germinó de contrabando
La piel del cuerpo fúlgido escalando
Sensual inundación entre sus senos

Ella va circulando por esquinas 
De lúbrica memoria en el cerebro,
Morosidad de incendios, alma mía,

El amor y la muerte eran vecinas
En los cañaverales donde el Ebro
Esconde del amor mi fantasía.

Los rostros del mundo (12) Soneto I

SONETO DE LO INAPRENSIBLE


No pasan los años sin que no me acuerde:
Las reverencias del mar entre las olas
El silencio coral de las caracolas
La raíz de la adelfa que no se muerde.

No pasan los años sin que todo el sueño
del cuerpo gentil por mano delicada
venga a mis ansias y se diluya en nada
y sufra el tormento de no tener dueño.

El tiempo es el humo que se desvanece
en el flujo de una nube vaporosa
Inaprensible perfume que fenece

Dejando el rastro de un rosedal sin rosa
semejante a toda esa luz que parece 
imagen ideal de una cosa sin cosa.

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