Maleducado byrd – día 15

Paseando por el bosque
me he parado a hablar
con un pájaro.
 
Le estaba contando
una confidencia existencial
sobre el amor y la soledad.
 
El pájaro cabeceaba
rápidamente
como dando a entender
que la vida es complicada.
 
Después de unos segundos
el pájaro se marchó
sin decir ni pío.
 
Desde entonces
a esta clase de pájaros
les llamo “maleducados bird”.

 
     
 
 
 

 
 


 

Hoy me han dado una mala noticia – día 14

He comido una piedra
para cenar,
una piedra terrosa
con sabor a hartazgo y muerte,
esa muerte que embute la boca
como si comieras una piedra de arena,
una piedra que rebosa hacia la garganta.
 
Hay noticias que no deberían darse
antes de la cena,
que no deberían darse nunca
y menos antes de una cena.
Se te llena la boca
de cemento en polvo
y ya no comes
y te quedas toda la noche
como un perro en pena,
añorando la vida arrebatada,
hundidos todos los barcos,
cerrados todos los horizontes.


(Para C. que fue delicadeza y encanto)
 
     
 
 
 

 
 


 

Palomas – día 13

Las palomas que salen de tus manos
      llegan a mis manos.
Las metáforas que salen de tu boca
      arden en mi corazón.
 
Esto que digo en presente
       pertenece a un tiempo de la memoria.
Sus huellas de incienso y cañaveral
han sido, y tal vez ya no son,
      trascendentes para mi vida,
una isla flotando en la niebla de la fecundidad.
 
 
 

 
 


 

Cipreses – día 12

Los dos cipreses,
      vigilantes hieráticos
a la puerta del cementerio,
      saben quienes entran
detrás del féretro.
 
Los conocen por el aura,
los distinguen por los gestos,
los delatan las muecas o las veladas sonrisas,
el brillo de los ojos
o el color de las lágrimas.
 
Precisan y separan entre
los que van con dolencias
o condolencias,
los que van con pena
y los penosos,
los que entran para cerciorarse
y los que se despiden para siempre.
 
 

 
 


 

La moneda – día 11

Algunos pueblan la mentira
como otros cotejan
la mutilación moral
de las órdenes religiosas.
 
Ambos parten de una motivación
ajena a la verdad revelada
por el código luminoso
de las estrellas del día.
 
Ambos eligen, de las apariencias,
la que más se amolda
a sus intereses pecuniarios.
 
Ambos dos manejan la misma moneda.
Cada cual la reconoce
por la cara que le toca.

 
 


 

El placer del agua – día 8

El primer homínido
      que cayó al agua
y empezó a chapotear de miedo
y a salpicar a los miembros
      asustados de la tribu
y sintió que hacía pie, que tocaba tierra,
y que el agua no era una oscura mano
que lo atrapaba y lo llevaba
a lo insondable, a lo ignoto,
descubrió, como tantas veces por azar
      o inesperadamente,
descubrió, digo, el placer del agua.
 
Y el primero, tal vez el mismo,
que sintió que flotaba
y podía entrar en las aguas que lo cubrían
y movió los brazos y las piernas
y avanzó inventando la natación,
nos proporcionó el más limpio placer
compensatorio de las frustraciones de la vida.
 
Placer que aún dura,
que nos da una felicidad de esplendor y verano,
tan hermoso como el mar o el amor.

 

Trato o truco – día 7

Me acerqué al precipicio
y oí la voz del abismo
que me decía:
“sé valiente, tírate”.
 
Me aparté con precaución.
 
Mi experiencia me dice
que todos aquellos que te piden 
que seas valiente,
que te atrevas,
te están tendiendo una trampa:

quieren que te signifiques,
quieren que te delates,
quieren saber quién es el Viriato anónimo
que no se vende
para poder abatirlo
y honrarlo como a un héroe.

Un héroe muerto, claro.
 

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