Paseando por el bosque me he parado a hablar con un pájaro. Le estaba contando una confidencia existencial sobre el amor y la soledad. El pájaro cabeceaba rápidamente como dando a entender que la vida es complicada. Después de unos segundos el pájaro se marchó sin decir ni pío. Desde entonces a esta clase de pájaros les llamo “maleducados bird”.
La casa del lenguaje
Hoy me han dado una mala noticia – día 14
He comido una piedra para cenar, una piedra terrosa con sabor a hartazgo y muerte, esa muerte que embute la boca como si comieras una piedra de arena, una piedra que rebosa hacia la garganta. Hay noticias que no deberían darse antes de la cena, que no deberían darse nunca y menos antes de una cena. Se te llena la boca de cemento en polvo y ya no comes y te quedas toda la noche como un perro en pena, añorando la vida arrebatada, hundidos todos los barcos, cerrados todos los horizontes. (Para C. que fue delicadeza y encanto)
Palomas – día 13
Las palomas que salen de tus manos llegan a mis manos. Las metáforas que salen de tu boca arden en mi corazón. Esto que digo en presente pertenece a un tiempo de la memoria. Sus huellas de incienso y cañaveral han sido, y tal vez ya no son, trascendentes para mi vida, una isla flotando en la niebla de la fecundidad.
Cipreses – día 12
Los dos cipreses, vigilantes hieráticos a la puerta del cementerio, saben quienes entran detrás del féretro. Los conocen por el aura, los distinguen por los gestos, los delatan las muecas o las veladas sonrisas, el brillo de los ojos o el color de las lágrimas. Precisan y separan entre los que van con dolencias o condolencias, los que van con pena y los penosos, los que entran para cerciorarse y los que se despiden para siempre.
La moneda – día 11
Algunos pueblan la mentira como otros cotejan la mutilación moral de las órdenes religiosas. Ambos parten de una motivación ajena a la verdad revelada por el código luminoso de las estrellas del día. Ambos eligen, de las apariencias, la que más se amolda a sus intereses pecuniarios. Ambos dos manejan la misma moneda. Cada cual la reconoce por la cara que le toca.
Matrimonio – día 10
Se amaron cuando fueron jóvenes y se han tenido que soportar desde entonces sin que se hayan dado cuenta de que aquel amor sólo existe como un residuo de perfume desaparecido, de sangre disecada, de ceniza en la memoria.
Menta – día 9
Abundan los que hablan mal de mi. (yo el primero). Abundan los que no me entienden. (yo entre ellos). Nadie sabe nada. Nadie me lee. Todos ignoran la paz de la menta que entra por la ventana de la noche.
El placer del agua – día 8
El primer homínido que cayó al agua y empezó a chapotear de miedo y a salpicar a los miembros asustados de la tribu y sintió que hacía pie, que tocaba tierra, y que el agua no era una oscura mano que lo atrapaba y lo llevaba a lo insondable, a lo ignoto, descubrió, como tantas veces por azar o inesperadamente, descubrió, digo, el placer del agua. Y el primero, tal vez el mismo, que sintió que flotaba y podía entrar en las aguas que lo cubrían y movió los brazos y las piernas y avanzó inventando la natación, nos proporcionó el más limpio placer compensatorio de las frustraciones de la vida. Placer que aún dura, que nos da una felicidad de esplendor y verano, tan hermoso como el mar o el amor.
Trato o truco – día 7
Me acerqué al precipicio y oí la voz del abismo que me decía: “sé valiente, tírate”. Me aparté con precaución. Mi experiencia me dice que todos aquellos que te piden que seas valiente, que te atrevas, te están tendiendo una trampa: quieren que te signifiques, quieren que te delates, quieren saber quién es el Viriato anónimo que no se vende para poder abatirlo y honrarlo como a un héroe. Un héroe muerto, claro.
Convivencia – día 6
Así que hablas en silencio, pues yo callaré levantando la voz.