
Árbol cerebrales circunvalaciones, inversas raíces al aire sanción del espejo desnudas ramas del invierno buscando la luz como alimento.
Árbol cerebrales circunvalaciones, inversas raíces al aire sanción del espejo desnudas ramas del invierno buscando la luz como alimento.
Crimen doy fe: yo estuve allí, pero ahora no recuerdo si allí era allí o era Pensil vania? Cra covia? Riba roja?
Nieve los copos de la nieve convertidos en capos de la mafia.
El paraíso el hombre aburrido subió a un árbol y se comió una manzana. “¡qué has hecho, insensato!” exclamó el dueño de la finca “huir del confinamiento, encontrar la salida del paraíso”
Te hemos cantado, piedra, en tu oscuro designio te han nombrado dios del silencio impenetrable, dios apagado de tu fuego celeste, rumor secreto del agua que busca el hético corazón sumiso de la tierra, dios, astro de un dominio milenario. Tu presencia sostiene las columnas de la duración. Lates con el pulso inaudible de la montaña. Cobijas herméticas tribus que huyen de la luz. Eres un hogar, en ti hay reposo. Tu contención no es mansedumbre. Para la elevación o el hundimiento nos usas. Tus sillares en los conventos, las iglesias, los escalones de las plazas públicas, las gradas, son los pasos del hombre hacia las alturas. Rústica y excavada, hacia la entraña, cueva, cuenco, depósito de almas y cosechas, nos entregas al calor de nuestra propia oxidación, el oro perdido de nuestras ansias sublimes de no ser solo carne diluyéndose en la nada. Tu sustentas la firmeza del ser y cobijas las raíces del no ser. Un abrazo que nos humana en la lentitud frenética del espacio. Piedra, en ti viajamos, hacia tu hondo silencio. Borrando el rostro y el cincel, nuestra desaparición, será tu primera suma, nuestra última patria.
Todo tiene el color de la manzana. ¿De dónde vienen tantas intemperies? No será nunca para mí la bella que desmiente el martirio de los días, la hermosa de caminos nacidos para el sueño. El amanecer es una promesa pascual y ecuménica. El rapto oscuro ejerce la venganza. Hay silencio, suaves arrullos, verdes ramas. Todo tiene el color de la manzana. Miro el color del limón en la ventana. El comienzo siempre es una promesa del verano. Nada caduca en el agua de la noche callada. El rumor del alba pulsa las campanas de la paz. ¿Quién no oye la reparación del amor en el primer café de la mañana? Todo tiene el color del limón en la ventana. Los soles cuadrados del cristal te llaman. Incendian el color reposado de la madera. La calidez interior es consecuencia de una hoguera de leños que tú repones con tu fiera determinación de ser el pulso armónico que te lleva más allá de la traición. Y aunque nada sea del color de tu preferencia, todos sus matices revelan una riqueza inagotable, una ensenada de caminos que se abren al destino que tú eliges, con toda la fortuna de la suerte que te aguarda. Todo tiene el color del sol en la ventana.
El día es de católica majestad en la autopista que borra las huellas de la caravana, tiene sorpresas de bullicios ordinarios, de hábitos perfectamente ejecutados, de cuarteados registros meticulosos en su pérgola de viento soleado, el mar intermitente te regala un velero, el túnel se calla como un río herido por la ceguera, hay camellos que corren más que tú en esta procesión de murciélagos insomnes, no hay pérdida, no hay emoción, no hay vida, hay servidumbre, hay eficacia, hay coste, cuando lleguemos a la capital del mundo lo celebraremos comprando un traje nuevo para nuestro propio entierro, pagaremos el tributo del práctico y meticuloso gusano que nos orienta la vida, hombres de muérdagos mudos.
No dirás nada que compunja al dios del mediodía, ni amortigüe el metal de la morgue que amonesta la servidumbre de la nube. Tu eres de la madera consumida y elevada a la ceniza, así que, ¿Qué puedes decir en tu defensa de solo flotabilidad, sin tigre, sin cascada, sin mundo, con solo una madre en tu doméstica lana que dice tu nombre de muérdago mudo, y busca protegerte del cuchillo etílico de la manada? El día se cierra en el estilismo pugilístico de la mansión caída en desuso, propicia a tener todas las de perder ante un directo de crochet y desperdicio.
El beso perdido en la encrucijada, el perfil cerrado de la crisálida, los números que voltean en el sorteo dictando la resolución de tu reflejo, escenarios de prensa matutina vertiendo su esclavitud de estaminas, arrebato del pájaro en la sombra cantando su perfil de paradoja, el cielo contra tus ansias viajeras rodando con los muertos que te llevan, toma mis defensas en brazos de tus deseos que ayer comían el pan ácimo de los reos, la dimensión exacta de tu infortunio, la rosa cumpliendo con el mes de junio, la verdad predicando sus deberes contra la voluntad de las cien veces, las perezas, molicies, perreas, galvanas… por no hacer no haces ni lo que te da la gana.
Son de plomo algunos días fundidos en la pereza. Estos acordes dispersos no construyen una canción. Tampoco consiguen pasar página. Estoy más nublado que el mismo cielo. Yo lluevo, él no. El gato ha intuido algo, hace sus cosas con una doble parsimonia. Llama por teléfono la solidaridad gremial de la música. “Mañana, claro, cómo no”. Solo entrando en la música puedo salir en cualquier sitio donde no haya clemencia para esta tapicería de cobalto.