Los grandes ideólogos
tienen pocas ideas.
No las necesitan.
Han empaquetado
las cuatro que les sirven
para sustentar
su comprensión de la realidad
y con eso, tienen suficiente
para manejarse en debates
y tertulias intelectuales,
para revoluciones de papel
y cambios sociales que les pillan
sentados a la mesa del dinero.
Es más, los intelectuales son ellos,
los que tienen ideología.
Los demás son intrusos, residuos
de la ignorancia o la superchería,
del misticismo o la novelería.
Francotiradores del resentimiento
y la anarquía o la extravagancia o la ridiculez
de los inanes sin títulos que los avalen.
Ellos aplican su plantilla correctora
y todo eso que queda fuera
de su ángulo de vista,
es marginal o solo existe
como espejismo y error
y les ponen un suspenso
en la asignatura de la realidad.
Para acomodar la realidad
a su plantilla
no dudarán en crear gulags
y campos de exterminio.
-Pobres conejos
que se les escapan
por los márgenes de su bondad
reformadora-.
Estos grandes asesinos
tienen el seguidismo
de unos grandes servidores
de la ideología. Lacayos,
también ellos, cómplices asesinos.
El patriota tiene que ver con el patrimonio.
La patria es el patrimonio.
No hay patriota que no tenga un patrimonio.
La patria es una excusa perfecta
para defender un patrimonio.
Ser patriota significa “no me toquen lo mío”.
Un patriota verdadero es el que está dispuesto
a morir por lo suyo, su patrimonio económico
y su patrimonio emocional y familiar. No existe
uno sin el otro.
Cuando Samuel Jhonson dijo aquel adagio:
“El patriotismo es el último refugio de los miserables”
miserables debe entenderse en su acepción bíblica:
persona que se aprovecha de otros
y los engaña para su provecho.
Así que se puede decir “patriotas miserables”.
Toda su defensa de la patria es para su provecho.
Los hay que no tienen patrimonio económico.
Su patrimonio consiste en pertenecer como súbditos
a los miserables que los condicionan.
Pobres e ignorantes pero felices de pertenecer
a la familia del tumulto. No se come, pero da calor.
Al fin y al cabo, somos mamíferos.
La cobardía se esconde en la manada.
La manada proveerá.
El gran depredador protege a la manada.
Este poema, que dejamos interrumpido
en la emisión anterior, está patrocinado por:
Manzanas EL MANZANO
para que tengas siempre
las manzana a mano.
Embutidos EL CHORIZO
le robarán el paladar
al más castizo.
Lavandería EL QUILOMBO
nunca más llevará la gabardina
como el teniente Colombo.
Continuamos con el poema…
“Tus ojos son las tardes que me encantan,tardes de oro y luz en las que nada muere,prisioneras de un sueño que el mar contagiacon el frescor insigne de la primavera eterna…”
y aquí volvemos a interrumpir esta interesante lectura.
No nos queda tiempo para más.
Volveremos con nuestro programa
“El rincón de la poesía”
Ya saben que este programa está presentado por…
Felipe Lotas,
el presentador que habla con el rey
y con las sotas.
Este poema está patrocinado por
Manzanas LA PRIMAVERA:
no volverás a comer nunca más una pera.
Embutidos EL RAMADÁN:
El auténtico desacato del musulmán.
Galletas EL GOLAFRE:
tu deseo de leche será insuperable.
Aceite EL OLIVO DE SAN JUAN:
no solo untarás el pan.
Decimos el poema:
“Tus ojos son las tardes que me encantan,tardes de oro y luz en las que nada muere…
Y con estos versos, nos despedimos.
El resto del poema
lo dejamos para la próxima emisión.
Ya no hay espacio para más.
Mañana seguiremos con la poesía.
Estaba hasta las narices
de la misma sopa de siempre.
Sonaron campanas de esperanza
invitándole a entrar en la historia.
Sonidos celestiales para sus ávidos
oídos de esclavo sin solución.
Música de arrebato que encendía
su espíritu cansado de aguantar.
Sintió la hermandad de los prójimos,
cercanos compañeros que sentían lo mismo.
Creía firmemente estar entrando
en la tierra prometida de los elegidos.
El dolor personal se transmutó en ardor
revolucionario, en una fe inquebrantable.
Suele ocurrir que detrás del incendio
hay una falta de calor en la infancia.
Pero eso no importa.
Importa traer aire nuevo a la ventana.
Se entregó con pasión a su nuevo destino.
El deseo de lo nuevo atrapa a los aburridos.
Y el tiempo no perdona. Como el mar
siempre saca los trapos sucios a la vista.
El poder cuando dice que quiere negociar
está ganando tiempo. Negociar es demorar.
Las promesas incumplidas
lo han ido masacrando.
La patria quedó en los albores
y él se quedó en el paro.
La historia no necesita ser
insidiosamente falsa,
radicalmente mentirosa.
Le bastan ligeros matices,
mínimas erratas dejadas de soslayo,
pequeños olvidos,
sutiles formulaciones,
para enmascarar y desenmascarar
los intereses
de los que escriben la historia,
autores del libreto,
aunque los actores sean otros.
Pero eso, tal vez, no está
en la historia propiamente dicha,
sino en la historia
de los que cuentan la historia,
aquellos que no estuvieron
en el tiempo de los acontecimientos
y son profilácticos
o falsarios, inductores
o verdaderos equivocados
o dramaturgos o prestigitadores,
o malabaristas en sacar provecho
de sus interpretaciones interesadas.
La memoria tiene nebulosas fantásticas,
agujeros negros, caminos minados,
crecimientos de palmera y palimpsesto,
honduras de mercurio y soledad.
Qué suerte tenemos de que haya
historiadores con criterio,
radicales dispuestos a vivir por la justicia,
radicales de la verdad,
no de los intereses del capital.
Los intereses son siempre del capital.
Los que sufren la historia son los pobres.
Cuando hay un iluminado que resucita
la vieja idea de la justicia universal
y el reparto de la riqueza,
salen a la luz todas las ratas del sistema
a ganarse el salario de los poderosos,
con sus ironías bien untadas,
con sus sarcasmos bien estudiados,
con sus poses de matones que se benefician
a las mujeres más hermosas entre las putas,
bellas mujeres fabricadas para sus gustos libidinosos.
La cohorte de los denigradores con micrófono
y sus sádicos secuaces…
-parece el nombre de un grupo musical,
“sádicos secuaces”-
dispuestos a defender los intereses de sus señoritos
y a dejar al pobre iluminado
a la altura del betún.
El brillo de la inteligencia de los adalides,
-cooperantes necesarios del poder,
transmisores de la bellaquería-
deslumbra, pero no da ni acierto ni calor.
Los que mandan, ni se manchan,
pixelados en sus plasmas suntuosos.
Ya están estos mandilones para hacer la faena.
Tanto los tontos.
Tanto los tirios.
Tanto los troyanos.
Tanto los tímidos.
Tanto los tercos.
Tanto los tupidos,
Tanto los tópicos.
Tanto los trenzas.
Tanto los troncos.
Tanto los trípodes.
Tanto los trileros.
Tanto los trasgos.
Tanto los tristes.
Tanto los tantos.
Tanto los todos.
Todos ellos, juntos, separados,
tarde o temprano, se morirán.
Con sus sublimes conclusiones, absurdas, inútiles,
ígneas, estúpidas, inguinales, delirantes, crónicas,
enfermizas, luminosas, malvadas o ditirámbicas.
Cangrejeando. Morirán.
Con sus elípticas reverencias, creativas, admirables,
cinéticas, pasmadas, cariñosas o elevadas.
Cangrejeando. Morirán.
Y a reclamar al maestro armero.
Fuga
Corazón
y semilla
del siempre
en fuga,
raptor
de la lluvia
en la cruceta,
aparecer
en otra,
sin susto,
orilla,
lejos
del sí mismo
sin tortura.
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