I
Ayer comí con Camacho
un potaje de habichuelas,
Camacho tiene un oficio,
las papas estaban buenas.
II
En las playas de Alcanar
se demoran los caminos.
El sol se tiende en el mar
y el mar devuelve los brillos.
III
Cuando bajo por el sur
la luz que clarea el alma
azumbra con su pasión
la palmerita y su palma.
I
Entre las formas que Dios
ha diseñado con gusto,
está la luna en el cielo
y está tu cuerpo desnudo.
II
El tiempo es un vacío,
un pasar sin provecho,
lo tengo decidido:
o viajo o me hago viejo.
III
Dos cosas sí dispongo
para el uso de la vida,
palabras de corazón
y corazón sin mentiras.
Por el norte del día
Anda cantando
Un hombre con su suerte
Enamorado.
Por el sur de la noche
Anda penando
Está herido de amor
Un solitario.
Por el medio del mundo
Voy hacia ti
Con el paso alterado
De un sinvivir.
La Prehistoria sigue aquí.
Nunca se fue. Somos lo que hemos sido.
Aquí, por encima de nuestra planicie del Camp,
en las montañas de Prades, en la cueva del Cudós,
se han encontrado huesos de leopardos,
leones, hienas…
Solo huesos delatores. Los animales
bajaron de la montaña a la llanura,
donde se encuentran actualmente,
más en su medio económico, salvaje, depredador.
Un país se reconoce
por sus topónimos,
por sus referencias
de geografía local:
Río Seco
Cerro Húmedo
El Ventisquero
El Castillo del Moro
El Puente del Diablo
La Cañada del Crimen
La Casa de la Bomba
La Charca Chica
La Cueva del Oso
El Mirador del Campo
El Salto del Ángel
El Árbol del Ahorcado
La Colina del Lobo
La Loma del Juglar
El Palomar
La Pajarera
El Rincón del Santo
La Venta de la Perdiz
El Nevero
La Curva del Congrio
El Camino de la Ermita
El Chaparral
El Bosque Encantado
La Fuente de Hierro
El Santuario de la Herradura
La Cuesta de Barrabás
La Ciénaga del Ciervo
El Paso del Asno
Puerto Urraco
El Molino Viejo
El Farallón del Rostro
La Orilla del Fresno
L’Ermita de Mitja Costa
La Roca del Call…
Sabremos que hemos cambiado
de país,
cuando estas palabras
no despierten ningún eco,
no signifiquen nada,
nos suenen a un galimatías
de vergüenzas pueblerinas.
El país puede ser tan pequeño
como tu pueblo o tu comarca.
Los hay del tamaño
de una habitación adolescente.
Pero puede que llegue
hasta el norte de Irlanda
o la desconocida Albania.
La muerte tiene un precio.
La amistad tiene un precio.
El amor tiene un precio.
Todos pagamos un precio.
La envidia tiene un precio.
La moralidad tiene un precio.
La justicia tiene un precio.
Los perros tienen un precio.
La mermelada tiene un precio.
La cultura tiene un precio,
La mala fe tiene un precio,
Las muñecas tienen un precio.
El sexo gratuito tiene un precio.
Los bonus de regalo tienen un precio,
La segunda unidad tiene un precio.
La movilidad libre tiene un precio.
Todas las cosas tienen un precio.
Todas las personas tienen un precio.
Yo tengo un precio…pero
Oh! Yoko Ono no Oko Bento,
no estoy a la venta.
Yo no puedo dar de comer
al lagarto de los niños,
no puedo hacer de espadaña
de las palmeras flamígeras del sueño.
Ya no puedo mantener las estrellas
en las cimas del ave crepuscular,
todo lo que debe morir
merece un llanto efímero.
¿Quién recuerda el amor
de la hechicera herida por las hachas
que se refugió en el acero
de las venas creciendo en el desierto?
Soy un hombre amarrado a la balsa,
navego las turbulencias de las diásporas,
no creo en los crisantemos
que llevan los que lloran a las tumbas.
Ya no te buscaré en el laberinto
del barro que se desmorona,
ya el sol es una perdición
de seguir las huellas
de los hijos desterrados.
Amanece el cristal en el frío
de las malas decisiones,
cristales rotos, hechos añicos,
dolorosos como porcelanas hirientes,
abriendo heridas en las manos,
las manos siniestras del porvenir,
el porvenir cayendo en el pozo
invisible y sin retorno del cristal en el frío.
Algunos tenían una misión y la cumplieron.
Y hablaban con la primera persona del plural.
Y creyeron que el pueblo era un ser de verdad,
que cantaba canciones limpias y solidarias.
Algunos crecieron hacia la altura de la dignidad
y sus voces impartían justicias como panes.
Panes compartidos en las hogueras de la complicidad.
Hombres que sobrevuelan por encima
de los pequeños fallos de los individuos egoístas
o corruptos o traidores.
Esos otros compañeros que no supieron estar a la altura
del reto y que no invalidan la luz de la causa
por la que tantos lucharon y murieron.
Todo es triste y sucumbe
en fenoles de atmósfera traída
con el pico de la oropéndola furiosa.
Todo es triste y sucumbe
en el mortífero dado
de pezuñas en el ambiente,
de alas atardecidas en la miseria
y el rechazo genuino de la gente.
Todo es triste y sucumbe
a la marcialidad invicta
de los idiotas votadores de la ineptitud,
de la exclamación hiriente,
de la porcelana de los demonios
en su barro de cretona y estaca.
Todo es triste y sucumbe
como la miel heredada del veneno
en las farmacias que dependen del verano
Los agoreros siempre
tienen razón.
Aun no teniéndola
al principio,
la acaban teniendo
al final.
Practican la profecía
autocumplida,
son maestros de la miseria.
Los augurios que propagan
son el inicio del camino
del desastre que pregonan.
Quienes anticipan el desastre
ya lo vienen provocando.
Es la verdad del profeta
o del echador de cartas
o del astrólogo de los horóscopos…
empiezan a ser ciertos
desde el momento en que tú
les entregas tu credibilidad.
Antes de que tú contribuyeras con tu miedo,
ellos solo removían basura.
Es su modus operandi:
desparraman carroña
y auguran buitres,
vierten infundios, maledicencias
y todos se apuntan al banquete
aportando sus gramos de mentiras,
señalan al culpable por traidor
y ya puede esconderse detrás de las piedras.
El día que se comprueba que es inocente
ya está hecho un gusarapo,
mezcla de gusano y harapo, es decir,
un miserable tal y como predijo el agorero.
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