Los rostros del mundo (216) El Buscavidas III

EL BUSCAVIDAS III

Yo pensé para mí:
      Esta niña sufrirá, cómo
sufrirá esta niña,
por ser exigente, perfeccionista,
      elevada.

No podrá evitar
      las travesías de los insectos,
los insectos de la polución ambiental,
el ambiente hostil de los otros sin luz,
los ciegos reveses de los que lastran los pies,
los patosos de la instrucción pública,
el público que exige siempre la novedad como alimento,
el alimento envenenado de la envidia.    

Los rostros del mundo (213) Oración XLIV

Oración XLIV 

Concédenos Señor, una paz efímera, 
un descanso nuclear,
un claro de bosque,
un lugar sin huellas, 
un trozo de inexistencia,
un pedazo de cielo sin aviones ni estelas que lo rasguen,
una acción sin mácula de pecado,
un oasis de silencio, 
una penumbra ininterrumpida,
una cruz tumbada en el suelo, cubierta por la hierba,
un patio cerrado por una pérgola trepada por la vid      ,
un rincón de macetas con geranios invencibles,

una vasija de renacimiento,
una pila bautismal que nos limpie,
una confesión sin palabras,
una libertad soñada, un amor
que nos redima, por un tiempo,
de esta realidad aplastada por la gravedad,
esa aliada de la muerte. 

Los rostros del mundo (212) Oración XLIII

Oración XLIII 

Han pasado Señor, los años de la fe ciega,
de las creencias iluminadas, 
de la devoción sumida en el oro 
      que reitera su brillo y su besamanos.
Has vivido Señor, largos años escondido
en la bruma del misterio, en el aura vaporosa
      de lo inaprensible,
en un espacio de claro-obscuros sólo discernible
      para pastorcillos de los recónditos valles.

Es hora llegada que muestres tu rostro.
Tu rostro físico o metafísico.
Tu presencia invisible o totémica.
Tu voz sonora interpelando directamente
      a la persona que te convoca,
dando la cara directamente, sin intermediarios,
sin hologramas, sin plasmas
      como un vulgar presidente español.

Si aparecieras en tu magnitud luminosa,
con tu rostro de pan cotidiano, 
sin deslumbramientos que nos cieguen,
despejarías todas las múltiples especulaciones
que te han hecho oscuro e inasequible.

Da la cara, Señor, no nos tengas
en una incertidumbre permanente
como si fuéramos empleados de la Bolsa
que confían en el valor de sus papeletas
que no sirven más que para arruinar a los incautos.

Los rostros del mundo (211) Oración XLII

Oración XLII 

Dios, hazlo caer en la tentación.
Ya entregó su testimonio fehacientemente. 
Ya cerró sus credenciales de resultados.
Ya fue cumplido su ciclo sin compensaciones. 

Toda una vida disciplinada en el deber del amuleto
lo ha hecho ordenado, rígido, metódico, sufriente.
Lo ha privado del placer y acaso, ¿una vida
sin placer, es una vida?

Deslúmbralo, Dios, 
permítele un desborde de sensualidad, 
déjalo caer en la intemperie del río
que lleva las aguas sonoras al límite del entendimiento,
déjale la miel de un tiempo improductivo,
aunque sea el de una contemplación, un paisaje
diferente, una ciudad diferente, un cuerpo inesperado.

Los rostros del mundo (209) Oración XL

Oración XL 

Dale Señor, todos los caprichos que te pida.
Sus deseos desmedidos, sus gustos delirantes,
      sus ansias de placer, su desbordamiento.
No importa que lleven un exceso de azúcar,
      más alcohol que una bodega, más resina
de la que los pulmones puedan soportar.
El nació para establecer un dominio, para
      mandar sobre su destino, para hacer 
su voluntad de líder consentido y, con sentido.

Si quiere café de la digestión de la jineta, dale café.
Si quiere agua micelar de las lágrimas de la beluga,
      dale los decilitros que te pida, 
Si quiere arena, dale desierto.
¿Que son para ti, las decadencias de un sátrapa?
Nada y menos que nada.
Y si la finalidad es que reviente, dale Señor,
todos los caprichos que te pida.

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