REQUIEM Deja que todo sea triste y tenebroso, frío y desolado, deja que la intemperie dibuje sus témpanos en el rostro húmedo del peregrino que busca en la noche gélida al Dios precursor de la costumbre ordenada. Deja que todo sea sufrimiento y muerte, que el páramo sombrío no nos alimente, que seamos espectros locos que transitan famélicos por un desierto de perfiles siniestros, de lunas pálidas, sin deseos, en busca de tu bondad y misericordia. Ríos secos, rostros disecados, congojas y lamentos, vientos sin suerte sean nuestra compañía, caminos sin sombras ni arengas reparadoras, sin raíces ni campanas, ni murmullo del agua, ni sonrisa, ni ancla, cordel que ata los papeles de la condena sean los pasos que acompasen nuestra alma hacia el lugar de la perdición sin espejo. Ya sin ella nada tiene sentido y solo el dolor compite por ser el elegido más cordial de este descenso de espino y luto.