EL POEMA
He de confesarte, amigo Julio
que prefiero el poema acotado
por su marco de intenciones,
aunque sean mínimas,
aquel en el que el poeta se lee a sí mismo
en el mundo
y se hace crítico, lúcido y compasivo
y me tiene en consideración,
yo que pasaba por allí
y me entretuve curioso o seducido
o con ansias de conocer,
antes que ese otro poema
en el que el poeta se diluye en la luz,
se abstrae y elucubra en la mendacidad
de su espíritu que cree sublime
y que finalmente no pasa
del umbral de su miseria balbuciente.
Una cosa es el misterio insondable,
el abismo del alma
al que el espíritu se acerca
con devota dedicación,
y otra, muy distinta,
es la afectación de una elevación
que no se tiene, ni se tendrá.