ORACIÓN VIII Querido Dios que estás en mi corazón: no me perdones ni una, deja que sea yo quien me perdone, pero tú, mantente alerta con mis faltas y no me perdones ni una. Deja que me beba todo el verdín de mis pecados para que me envenene o viva para siempre amando el perfil de mi superación, la pasión de tu demencia.