e bajado por la orilla anaranjada del tiempo. Las ramas que de los árboles defienden brisas y cuervos, las corsarias caracolas que acogen el mar adentro, las pequeñas maravillas que defiende el yo del ego, para que formes tu esencia, tu persona con su verbo, más allá de lo aparente, más allá de ti y más lejos, me acompañan con solvencia por las venas que el silencio va abriendo en las arboledas anaranjadas del tiempo. Toda la virtud es poca para entrar por los senderos que cercan los mil demonios del bosque de los deseos; salud y valor te exigen para entrar en los aciertos del cristal que nos revela el coral del indefenso, la íntima sangre que pulsa el corazón del secreto, allí donde la palabra dicta su labor y el sueño anticipa que la vida es siempre descubrimiento. Fortaleza y resistencia para parar al ejército que busca la confusión con el barullo del miedo; que nadie pierda de vista que todo viene del cuerpo, el valor y la salud y el alma que vive dentro, las verdades que cultivan las joyas del intelecto, un invisible tesoro del que somos manifiesto, soldados de su república ministros de su gobierno.