Algunos tenían una misión y la cumplieron. Y hablaban con la primera persona del plural. Y creyeron que el pueblo era un ser de verdad, que cantaba canciones limpias y solidarias. Algunos crecieron hacia la altura de la dignidad y sus voces impartían justicias como panes. Panes compartidos en las hogueras de la complicidad. Hombres que sobrevuelan por encima de los pequeños fallos de los individuos egoístas o corruptos o traidores. Esos otros compañeros que no supieron estar a la altura del reto y que no invalidan la luz de la causa por la que tantos lucharon y murieron.