Estaba hasta las narices de la misma sopa de siempre. Sonaron campanas de esperanza invitándole a entrar en la historia. Sonidos celestiales para sus ávidos oídos de esclavo sin solución. Música de arrebato que encendía su espíritu cansado de aguantar. Sintió la hermandad de los prójimos, cercanos compañeros que sentían lo mismo. Creía firmemente estar entrando en la tierra prometida de los elegidos. El dolor personal se transmutó en ardor revolucionario, en una fe inquebrantable. Suele ocurrir que detrás del incendio hay una falta de calor en la infancia. Pero eso no importa. Importa traer aire nuevo a la ventana. Se entregó con pasión a su nuevo destino. El deseo de lo nuevo atrapa a los aburridos. Y el tiempo no perdona. Como el mar siempre saca los trapos sucios a la vista. El poder cuando dice que quiere negociar está ganando tiempo. Negociar es demorar. Las promesas incumplidas lo han ido masacrando. La patria quedó en los albores y él se quedó en el paro.