ra un hombre de ojos fijos perplejo en la encrucijada absorto por los designios del mundo resuelto en llamas. Acendrado por su mismo estupor de joya santa, era un hombre inhibido sobre el crucero del alba. Indeciso y transparente sin la pasión de una lágrima, agudo cristal silente, era un insecto del ámbar. Qué miras hombre perplejo tan quieto en la encrucijada, tan confuso y desafecto en tu experiencia de estatua. Tan mudo por el desorden de una agonía sin mapas, qué esperas sin los resortes del movimiento y sus alas. Lo que tienes que perder muy crecido te lo ganas, el error coge en su red el fulgor de la mañana. Y si las señas no existen y el tiempo es agua callada, si te aprisionan los mimbres celestes de la desgana, Que no te importe la muerte, la voz, la estirpe, la máscara, para ser ceniza sin suerte ciñe tu música y canta.