El día es de católica majestad en la autopista que borra las huellas de la caravana, tiene sorpresas de bullicios ordinarios, de hábitos perfectamente ejecutados, de cuarteados registros meticulosos en su pérgola de viento soleado, el mar intermitente te regala un velero, el túnel se calla como un río herido por la ceguera, hay camellos que corren más que tú en esta procesión de murciélagos insomnes, no hay pérdida, no hay emoción, no hay vida, hay servidumbre, hay eficacia, hay coste, cuando lleguemos a la capital del mundo lo celebraremos comprando un traje nuevo para nuestro propio entierro, pagaremos el tributo del práctico y meticuloso gusano que nos orienta la vida, hombres de muérdagos mudos.