Los rostros del mundo (295) Oración LVI

ORACIÓN  LVI

Nombrarte Señor, elevarte,
me convierte en hombre humilde, 
sumiso a la realidad inapelable del mundo,
dócil al trabajo y al sufrimiento,
devoto de ti y la familia y la tribu y la nación

pasante pasatista,
servil, acogotado, cobarde,

pero a su vez, 
por reacción al aplastamiento,
me transformo en insumiso,
intrépido, radical, asaltante, sagaz.

A ti te debo mi valentía, Señor,
y a esa esclavitud, mi libertad.

Los rostros del mundo (292) Oración LIII

ORACIÓN  LIII

¿Sabes? Señor,
me he comprado un huerto, 
una finquita que estaba infértil y abandonada.
Pagué por ella los ahorros de un plan de pensiones.
Una vez jubilado, ¿qué hacer?
Y sin saber cómo ni cuándo, 
sin ninguna voluntad ni querencia
he acabado comprando,
un “troç de terra” como dicen en mi país.
Una hectárea en medio del Camp de Tarragona.

Todavía no me explico cómo he acabado aquí
y menos cómo he seguido gastando dinero
arreglando una cabaña, un pozo y una balsa
que estaban sucios, inoperantes, degradados.
A ciertas horas y a ciertos días, según sople el viento,
viene un persistente olor de la cercana
      granja de cerdos.

He tomado una decisión más inconsciente 
      que conscientemente.
Así es. Una fuerza que ignoro
me ha traído hasta aquí.
¿Eres tú, Señor esa fuerza?
¿Eres tú quien quiere que trabaje esta infertilidad?
¿Eres tú que pretendes que haya 
      una transformación de la tierra?
¿Acaso la tierra soy yo?

Los rostros del mundo (291) Oración LII

ORACIÓN  LII 


¿Cómo estás Jesús, cómo te va?

Después de tu muerte por crucifixión
oímos decir que al tercer día resucitaste
y que estás sentado a la diestra del Padre,

¿sentado?
¿cuánto tiempo llevas sentado
sin que sepamos nada de ti 
      en tiempo presente?
Todo en ti remite al tiempo remoto.

Tu mito sigue emocionándonos
aunque empieza a tener la pátina
de una vieja película de Hollywood,
tan antigua 
      que el chicle que empezamos mascando
al inicio,
empieza a perder su sabor a menta.

Por aquí, ya ves, jugando a ser libre,
escribiendo, 
o perdiendo el tiempo
      tirando piedras planas contra la superficie
del agua indiferente del lago o la perdición.

Los rostros del mundo (290) El buscavidas 21

EL BUSCAVIDAS 21

Él dijo:
“Todas las cosas las hago
      pensando en ti.
Todos los actos de salvación
      los hago pensando en ti.
Todas las mentiras, todas las traiciones,
      las hago pensando en ti.
Los raptos, las conducciones, las compras,
los cameos, las cenas, los recursos,
las canciones, los diseños,
las plantaciones, los rosales, los alimentos.

Todo cuanto emprendo
lo hago pensando en ti.

Los rostros del mundo (289) El buscavidas 20

EL BUSCAVIDAS 20

“El castellano, -dijo-
distingue entre:
      un hombre de palabra
y    un hombre de palabras.

El hombre de palabra
      es honesto, honorable
se puede confiar en él.
      Una palabra no traiciona.

El hombre de palabras
      es un embaucador,
un prestidigitador de los sentidos,
      un falsario.
Las muchas palabras traicionan”

El poeta contestó:
“Las palabras se multiplican en mi boca
      buscando la precisión del sentido.
No se puede entrar en el núcleo íntimo 
      de la verdad ciega
sin ir tanteando con las palabras
      la pared de la vida”

El amigo le repuso:
“Los taoístas decían
      que el mal del mundo
deviene por el exceso de palabras”

Los rostros del mundo (287) El buscavidas 18

EL BUSCAVIDAS 18

-Dijo:
Yo siempre estoy dispuesto
para una reyerta de amor,
para un asalto nocturno,
para una exigencia delictiva,
para un crimen pasional.

-Le dijo:
Yo siempre estoy rendido
para que una diosa como tú
me mande cualquier sacrificio.
Después de conocerte 
      yo ya no tengo
otra misión en la vida
que satisfacer tu deseo,
sea el que sea,
sea donde tú quieras.

Los rostros del mundo (286) Los abuelos

LOS ABUELOS

Descuartizando el tiempo de la melancolía
en el balcón sublunar de la memoria,
a punto de llorar hacia Lisboa,
plural en el origen del óxido,
el tiempo detenido en el marco de la leche,
como si los estuviera viendo…

los abuelos heredando el calor de los estíos, 
sentados en la barbacana, esperando
la llegada de sus nietos,
los soportales, la canción de la calle,
el cañizo encalado, las vigas de madera oscura,
el silencio, guardián de las estancias,

eran dignos pero pobres,
eran pobres, pero mutilados por la historia,
eran historia, pero injusta.

Los abuelos crecen hacia el retrato
que nunca ostentaron, que jamás tuvieron.

Mi abuela cantaba jotas en la calle:

“Ballovar con sus dos perros
Y su padre con el hurón
Fueron a cazar conejos
Y cogieron un ratón”.

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