EL INSTANTE
Llega una hora, un punto, una intersección,
un instante exacto en que cada uno debe encontrase
con el rostro de su propia suerte.
Ese instante es el nombrado punto final y ya
o puede prologarse y expandirse en agónicas jornadas
de enfermedad sin descanso, decrepitud o bajada
al mismo lugar siempre temido
en el que ya nunca más encontrarás el calor del afecto,
la risa del agua cantarina de la amistad que parecía
manar sin tregua,
la oclusión de mensajes que se ciernen
sobre una capa de incomprensión mineral,
el temblor de la hoja
a punto de ser arrancada por el viento.
Ese instante, punto, intersección, tiene un rostro,
el inapelablemente tuyo,
el solo tuyo, nada más que tuyo,
al que debes afrontar con voluntad o sin voluntad
con valor o sin valor,
tanto si lo quieres como si no lo quieres,
delante de ti, la certidumbre,
la sombra de tu ordenada herida,
el instante final.