Amemos el lujo, la belleza del objeto bien hecho. Su calidad es su elegancia y su elegancia, su calidad, moneda bien acuñada. Amemos el lujo, las maneras amables, los tratos atentos, los gestos cuidados, las caras humildes, la vida de los hombres serenos -como decía el maestro Ramón Oteo-. La risa del otro siempre es grosera, ruidosa, vulgar. Amemos el lujo, su distancia, su discreción, su desafecto de lo ostentoso. El lujo no brilla, no llama la atención, odia chirriar. Amemos el lujo. Amémonos a nosotros mismos. Tiene que ver con los valores, no con el precio. El lujo es la dignidad. .
Mes: octubre 2020
La canción del corazón nº2 – día 64
Corazón borracho desnudo en su despacho. Corazón corriente madera que no siente. Corazón que envidia morlaco que se lidia. Corazón vago incendios que no apago. Corazón loco con el fuego me enroco. Corazón caliente sin perdón suficiente. Corazón de orujo la novia que me abdujo. Corazón leal, maravilla fatal. Corazón decente pájaro que no miente. Corazón sin dueño perdido por un sueño. Corazón con dolor que lo salve el color. Corazón felino irascible o cretino. Limpio corazón ventana a la razón.
Romance de los rumores del mar
l rumor levanta colmenas. El humo sube en libertad. Todos tienen muchas palabras. Los árboles huyen del mar. Se inclinan ante los que gritan consignas de oprobio feraz, cosechas que algunos cultivan arando en el fondo del mar. Allá irán sus nuevos esclavos, autores de su propia maldad, rapaces cerriles creyentes prietos en las garras del mar. Los ciegos alumbran su luz y los mancos su manquedad, el pánico busca refugio en las hondas cuevas del mar. Abanderados y esculpidos por los usos del tribunal gimen los niños del sueño los limpios desastres del mar. Bajamos del cielo iracundos por una escalera fatal, las sombras son lobos esquivos que ignoran las almas del mar.
Viajando con Patti Smith – día 63
Entré en la lectura de Mr. Train de Patti Smith y me traje algunas frases reliquias, como ella acostumbraba a hacer cuando visitaba algún lugar sagrado, piedras, cordeles, papel sellado, servilletas, fotos polaroid, capullos de seda, plumas de ave… Una caja de metáforas entremezcladas. Sigo siendo la misma persona, pensé, con mis defectos intactos, las mismas rodillas huesudas, gracias a Dios. Los muertos hablan. Hemos olvidado escuchar. Un trago de Año Nuevo brindando por nada. Atando cabos sueltos -decía el detective. Con el tiempo, a menudo, nos compenetramos, con aquello que no supimos comprender. Todos los escritores son vagabundos -murmuré-. Puede que algún día me encuentre entre ellos. Escribí para tener algo que leer. Nada se puede duplicar realmente. Ni un amor, ni una joya, ni un solo verso. He vivido en mi propio libro. Un libro que no pensé escribir, documentando el tiempo hacia adelante y hacia atrás. He observado cómo la nieve caía sobre el mar y he seguido los pasos de un viajero hace mucho desaparecido. He revivido instantes que eran perfectos en su certeza. Por favor, quedaos para siempre, les digo a las cosas que conozco. No os vayáis. No crezcáis. Lo que he perdido y no puedo encontrar, lo recuerdo. Lo que no puedo ver, intento evocarlo. Funciono a base de impulsos concatenados que rayan la iluminación. Creo en el movimiento. Creo en ese alegre globo que es el mundo. Creo en la medianoche y en la hora del mediodía. Pero ¿en qué más creo? A veces en todo. A veces en nada. Yo era mi propia mano de cartas afortunadas de un solitario. Una mujer solitaria y reverente, puesta al servicio de los dioses menores que cuidan las cosas pequeñas de la vida, dispuesta siempre a mover las aguas superficiales por ver qué hay bajo el charco o la laguna. Ella misma una escritora vagabunda. Una verdadera inspiración.
Huella – día 62
Uno deja su huella, un poema por ejemplo. Es un signo expuesto a la intemperie y a la suerte. Dejo en él una fuente de muerte que mana y una erosión de vida incipiente. ¿Quién no integra sus contradicciones en un fluir que nos lleva? Si alguien lo recoge, sobrevivo. Si nadie lo recoge y muere, yo también muero con él. La vida está llena de muchas muertes cotidianas, de muchas vidas salvadoras.
Uno no puede ser solo – día 61
Uno no puede ser solo el lugar de sus crímenes. Hay brisas que lo dispersan por los caminos del aire, suertes indecisas que eligen el perfil de las encrucijadas, ramas conectadas que se abren a la dispersión y el anhelo. Uno no puede ser solo la tumba del error. Hay declives que se deslizan imparables hacia las fronteras líquidas del sueño, corrientes que giran el agua por el torbellino de la fugacidad, perdiciones y reencuentros que alimentan la sombra del devenir. Uno no puede ser solo. Hay semillas que esconden la luz de los días y días que tienen todos los recursos de la felicidad en el aire que respiras.
Canción de la amistad de Ramón y Juanito – día 60
Cuando ramón ramón juanito garcía y si carrillo ramón entonces lópez mateos. Si miraras juanito verías garcía y si garcía entonces lópez mateos al lado ramón cercando carrillo. Y si un día lópez entrevera mateos, carrillo buscando encontraría garcía presto de juanito ramón de su lado. No hay juanito sin garcía ni gracia no hay ramón sin carrillo y sin canción, no hay música, no hay alegría, sin lópez, sin mateos, sin carrillo y sin garcía. Así que, viva ramón, viva juanito, viva garcía, viva lópez, viva mateos, viva carrillo, y viva zapata que cierra el anillo.
Para Charles Simic – día 59
El dragón chino que festeja el año del mono estaba guiado por terroristas islámicos en horas de asueto y diversión. Un manto de niebla cubre la laguna recuperada. Han vuelto los juncos y los cañizos a la ribera, las aves acuáticas, los peces y los pescadores. También los caimanes. Aunque nadie los ha visto. Compro dos veces el mismo libro y sigo sin leerlo. El líder político radical pierde la cabeza por una adolescente que dibuja animales, come gominolas y quiere ser santa. Rambo dejó las armas por las letras. Escribió un poemario titulado El arco y la liebre. He visto una rata mayúscula dándose un banquete en medio de una carretera rural. Los coches la esquivan. Ella ni se inmuta. Sigue pensando en ser reina. Mi biblioteca tiene más libros de los que puedo leer. Los cambio, uno por uno, por piedras bajadas del Himalaya. El afluente se cansó de desembocar en el Duero y giró para desembocar en el Tajo. El vuelo de cometas o el tiro con catapulta o la caza con halcón no llegaron a triunfar como deportes olímpicos. Tampoco el lanzamiento de piedras sobre el agua. El vuelo del águila dibujó un destino que sólo supo interpretar la cabra montesa. Competíamos por ver quién era el imbécil que más corría. Quedé el segundo a un segundo. Al final del camino había un precipicio por el que se iban tirando todos los fieles de la secta. El gurú los contemplaba desde una atalaya. El gorrión picoteó el ojo del gato y lo dejo ciego para hacer el Camino de Santiago. En Barranca del Cobre -Méjico- hay una escuela que enseña a andar en el abismo. No hay cifras del éxito. Sólo sabemos que los buitres han prosperado. El hombre que se comunicaba con los perros ladraba con la misma agónica agitación que a mí me ponía de los nervios. Le pregunté que pasaba con tanto desconsuelo. Me dijo que los perros se angustiaban porque el cielo no los tenía en consideración. Me fui a China y volví en el mismo día. Tampoco es para tanto. Moví ficha y el paradigma se cayó.
El perseguidor – día 58
Entré en Rocas Rojas siguiendo las huellas lácteas de una luna menor que alumbraba un camino de tierra entre la sombría vegetación del planeta innombrado. Entré sin protección, guiado por un instinto suicida, pues morir ya no se había convertido en una excusa para no entrar en acción. Debía acabar con aquella presencia que regía mi alma con mano siniestra, el doble que me sustituía con deterioro en el consejo, en la familia de los guerreros, en el lecho furtivo del amor. El destino de Rocas Rojas me deparó tristes noticias de mí. Aquel doble había cometido un crimen imperdonable y ahora yo, no tan sólo tenía que encontrarlo, sino que tenía que esconderme de aquellos vengadores que lo buscaban, es decir, que me buscaban. Conseguí camuflarme sin parecerme, conseguí ser yo sin mi apariencia, conseguí verlo entre la dispersión de los reflejos, de las luces oblicuas, de las aguas ufanas, conseguí tenerlo bajo mi punto de mira, conseguí disparar y acabar herido. Desperté en el lecho de las mecánicas micénicas, en el depósito experimental del resentimiento, en la cúspide de los entes deplorables, en el taller de las reparaciones biónicas. Entre aquellas nubes de vapor, entre aquellas descargas de rayos ultra-libres pude retornar a la conciencia. Pero era una conciencia nueva. No reconocí en ella los valores que mi memoria de transición aún recordaba. Me sentí reprogramado, dispuesto para afrontar otras dimensiones del yo, otras oscuridades, otras exclamaciones, otros resentimientos, otras luces. Aún tardé heredades en olvidar todo y comenzar de nuevo, mi nuevo destino, mi nuevo ángel de un tiempo de orfandad y sombra.