Entré en la lectura de Mr. Train de Patti Smith y me traje algunas frases reliquias, como ella acostumbraba a hacer cuando visitaba algún lugar sagrado, piedras, cordeles, papel sellado, servilletas, fotos polaroid, capullos de seda, plumas de ave… Una caja de metáforas entremezcladas. Sigo siendo la misma persona, pensé, con mis defectos intactos, las mismas rodillas huesudas, gracias a Dios. Los muertos hablan. Hemos olvidado escuchar. Un trago de Año Nuevo brindando por nada. Atando cabos sueltos -decía el detective. Con el tiempo, a menudo, nos compenetramos, con aquello que no supimos comprender. Todos los escritores son vagabundos -murmuré-. Puede que algún día me encuentre entre ellos. Escribí para tener algo que leer. Nada se puede duplicar realmente. Ni un amor, ni una joya, ni un solo verso. He vivido en mi propio libro. Un libro que no pensé escribir, documentando el tiempo hacia adelante y hacia atrás. He observado cómo la nieve caía sobre el mar y he seguido los pasos de un viajero hace mucho desaparecido. He revivido instantes que eran perfectos en su certeza. Por favor, quedaos para siempre, les digo a las cosas que conozco. No os vayáis. No crezcáis. Lo que he perdido y no puedo encontrar, lo recuerdo. Lo que no puedo ver, intento evocarlo. Funciono a base de impulsos concatenados que rayan la iluminación. Creo en el movimiento. Creo en ese alegre globo que es el mundo. Creo en la medianoche y en la hora del mediodía. Pero ¿en qué más creo? A veces en todo. A veces en nada. Yo era mi propia mano de cartas afortunadas de un solitario. Una mujer solitaria y reverente, puesta al servicio de los dioses menores que cuidan las cosas pequeñas de la vida, dispuesta siempre a mover las aguas superficiales por ver qué hay bajo el charco o la laguna. Ella misma una escritora vagabunda. Una verdadera inspiración.