¿ dónde va la gente que no sabe dónde va? Murciélagos oscurecidos en las noches del palmeral, despistados o parapléjicos por las calles de la ciudad buscando respuestas en sombras que cierran las aguas del mar, las claridades de la sangre o los misterios de la paz. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? Cruzando las sendas del crimen durmiendo en la piel del cristal los rigores los van llevando con toda probabilidad a los martes del soliloquio a los sueños de la verdad donde toman las decisiones los bardos del aire mental que sufren eternos retornos de fábulas sin caridad como el viento de los sagaces que destruyen la aldea y se van o como el milagro del santo que huyendo del cielo a pecar lo encontró el dios del camino y lo encerró en la soledad. ¿A dónde va la gente que no sabe a dónde va? La sinestesia de las brujas y la entelequia familiar en los círculos prepotentes que viven de la vanidad de querer ser lo que se quieren sin que importe la realidad de lo fatídico y errante, del suplicio que volverá a recordarnos que el dinero es su fuente, su manantial, la despensa de lo siniestro sus espesos muros de sal. Y a la gente la llaman pueblo arcilla para modelar los expertos en las mentiras del arraigo sentimental un barro triste y maleable que quiere y se pone a cantar las canciones del oprimido que se deprime en el sofá al ver, agridulce el anhelo, que el sueño se puede tocar como se tocan las materias del hambre en el cuerpo espectral.