A Clint Eastwood Las noticias del horizonte vienen cabalgando despacio, con el polvo de los caminos con el aire del viento amargo. Llegan como las llagas negras, con la voz proscrita del llanto, con la luz clara y transparente del prisma del desierto humano. La soledad se ve a lo lejos. La tardanza es síntoma claro. Si la muerte se nos presenta con la urgencia de sus heraldos habrá que esconderse del miedo con la rapidez del lagarto que deja los señuelos sueltos para poner su vida a salvo. Si la sombra maligna llega adelantando con sus trazos la desgracia que pinta puertas con los signos del mal presagio, buscaremos la noche insigne que nos racime en su regazo, el refugio que nos proteja de la furia de los arcanos que no quieren ser favorables al perfume de nuestros vasos. Si se desatan los martirios de los anhelos empozados la agonía hará crujir la mampostería de los pactos, si la palabra no es posible emergen serpientes y sapos, si la verdad estuvo oculta la venganza cumple sus pasos: no dejará sin su castigo a los cobardes que callaron cuando la injusticia crecía -desnuda piel a latigazos- del hombre que quiso reinar bajo el decoro de los astros. Quién sembró tempestad y muerte en la frontera de los actos servirá carne de cadáver en bandeja para los grajos.