Según el maestro de la ilusión moral, un hombre tiene derecho: A borrar sus huellas; A dormir sin que su conciencia le recuerde las erratas de su escritura vital; Al vendaval de sus delirios; A desear la mujer del prójimo en la intimidad de sus sueños; A desear la muerte del maldito estrépito que le come las entrañas; A visitar a sus muertos en los otoños dolientes del recuerdo; A matar a quien quiera matarlo. Otros maestros añaden: A perderse en la selva de los signos indescifrables; A vivir enajenado en el soliloquio de las espigas demoradas; A viajar en busca de sí mismo; A viajar sin desplazarse. A morirse si le da la gana.