Cuando hay un iluminado que resucita la vieja idea de la justicia universal y el reparto de la riqueza, salen a la luz todas las ratas del sistema a ganarse el salario de los poderosos, con sus ironías bien untadas, con sus sarcasmos bien estudiados, con sus poses de matones que se benefician a las mujeres más hermosas entre las putas, bellas mujeres fabricadas para sus gustos libidinosos. La cohorte de los denigradores con micrófono y sus sádicos secuaces… -parece el nombre de un grupo musical, “sádicos secuaces”- dispuestos a defender los intereses de sus señoritos y a dejar al pobre iluminado a la altura del betún. El brillo de la inteligencia de los adalides, -cooperantes necesarios del poder, transmisores de la bellaquería- deslumbra, pero no da ni acierto ni calor. Los que mandan, ni se manchan, pixelados en sus plasmas suntuosos. Ya están estos mandilones para hacer la faena.