Todo es triste y sucumbe en fenoles de atmósfera traída con el pico de la oropéndola furiosa. Todo es triste y sucumbe en el mortífero dado de pezuñas en el ambiente, de alas atardecidas en la miseria y el rechazo genuino de la gente. Todo es triste y sucumbe a la marcialidad invicta de los idiotas votadores de la ineptitud, de la exclamación hiriente, de la porcelana de los demonios en su barro de cretona y estaca. Todo es triste y sucumbe como la miel heredada del veneno en las farmacias que dependen del verano