Este bloc, si los dioses benevolentes lo permiten, tendrá la duración de un año. Cada día, si mi pereza benevolentemente lo permite, subiré el dibujo de una casa y un poema.
Un poema es un prisma de luz que uno se encuentra en las arenas del camino. Más o menos sucio, rudimentario, transparente u opaco, procuraré que esté lo suficientemente limpio para que haga su función de reflejar la luz, que es como darla de nuevo, o penetrar en una oscuridad y dar claridad y consuelo, o permanecer como un objeto bello, talismático, que oriente la confusión y la deshaga entre la luz del día y permita asumir la realidad con el menos daño posible.
De pequeño, yo tenía un sueño recurrente: encontraba monedas enterradas en la tierra. Bastaba escarbar un poco y aparecían aquellas monedas de cinco pesetas o de cuatro duros de nuestra infancia. Al verme recoger tantas monedas, otros se acercaban a escarbar a mi alrededor. Yo seguía sacando monedas de más valor que los que se afanaban a mi lado.
No sé muy bien por qué relaciono aquel sueño de encontrar monedas con este propósito de hacer poemas. Yo veo un hilo conductor entre una cosa y otra. Tal vez tenga que ver con que ambas cosas se encuentran escarbando un poco. La realidad y lo onírico se juntan en el brillo de una moneda o de un poema. En fin, dilucidar. Lo dejo para otro día. Me interesa la cción. Ponerme en marcha con el dibujo y el poema. La teoría, otro día.