Estamos hechos de realidad y sueño. La materia siente el deseo de ir más allá de la torpe limitación caduca de sus recursos. Tenemos hambre de grandeza. Necesitamos, tanto como el pan, alimentarnos de mitos, símbolos, metáforas, proyecciones, héroes que logran lo que nosotros no podemos entre las zarzas de la vida vulgar y ajetreada. Los que mandan, los que quieren mandar, los que siempre han mandado y todos sus ejércitos de acólitos en nómina, alimentan el sueño, la ilusión, la fantasía, la imaginación, la irrealidad real de la realidad, con héroes que consiguen logros espectaculares, héroes que, cuando abren la boca, se revelan como autómatas perdidos en las galaxias del éxito. Ídolos de barro. Héroes de telefilm y mantequilla de cacahuete. Así nos va.