ORACIÓN LVIII
Señor, la chica sensible y bella,
sensible hasta el punto de la afectación
por una nimiedad,
bella hasta el punto de provocar la ensoñación
de la felicidad posible,
me bloquea porque piensa que soy
un áspero troglodita
después de un sortilegio de comentarios
y reparos que le hago a sus opiniones sublimes,
tan sublimes, cree ella,
que solo merecen aprobación y aplauso,
de una sublimidad, creo yo,
que solo merecen piedad y desconsuelo.
¿Podrías, Señor,
armonizar este desencuentro?
Nada pretendo Señor,
sólo quiero evitar esta sensación
de que, con solo acercarme,
se va a romper la porcelana china.