Oración XLV
Si Dios es la más grande, elevada y sublime
invención del hombre, ¿por qué
no suscita unanimidad entre todos los seres
del planeta?
¿De dónde salen estos incrédulos?
¿Estos irredentos negacionistas?
¿Estos faunos famélicos que no se preguntan nunca
por la realidad primera, esencial?
En un principio era la ignorancia,
después vino la revelación, el desvelo,
las averiguaciones, el primer
sustrato del conocimiento, bajo cuyo árbol
estamos sentados como nómadas
decidiendo si hemos de ir
al Desastre De Todas las Probabilidades o a Marte.
¿No es evidente que hemos de amarte?