Oración XLII Dios, hazlo caer en la tentación. Ya entregó su testimonio fehacientemente. Ya cerró sus credenciales de resultados. Ya fue cumplido su ciclo sin compensaciones. Toda una vida disciplinada en el deber del amuleto lo ha hecho ordenado, rígido, metódico, sufriente. Lo ha privado del placer y acaso, ¿una vida sin placer, es una vida? Deslúmbralo, Dios, permítele un desborde de sensualidad, déjalo caer en la intemperie del río que lleva las aguas sonoras al límite del entendimiento, déjale la miel de un tiempo improductivo, aunque sea el de una contemplación, un paisaje diferente, una ciudad diferente, un cuerpo inesperado.