FANÁTICOS Somos tozudos. Cogemos un acto y lo calentamos al fuego de nuestros deseos de nuestra sentimentalidad para enderezarlo en la dirección contraria a la que el acto nos indica. No nos lo podemos creer. El acto es más sincero que nuestra mente. Nuestra mente es más obstinada que el acto. No se ve o no se quiere ver. Y, así, enarbolamos banderas fanáticas a favor de las fábulas fatídicas.