No me interesan los pobres, sus emociones, ventanas cerradas, sus ideas, rodaduras en el barro, sus hábitos, lentitudes de skay, sus imágenes, heredades de orín. No me interesan los ricos, sus pretensiones de azúcar glasé, sus valores de metopas antiguas, sus parientes, galería de moscas, sus posesiones, rimados de palacio. No me interesan ni los pobres desclasados ni los ricos elegidos, ni la perorata lamentable de los unos, ni el bastardeo subido de los otros, ni los crespones dorados, ni los plásticos aparentes, ni la virtud sucia de las colmenas, ni el espacio recamado de recuerdos. No me interesan las reiteradas razones que se retroalimentan y se enzarzan y persisten y continúan y regurgitan de nuevo la pobreza y la riqueza como un círculo que inventaron los dioses y los demonios jugando a las chabolas y a los chalets con los humanos, a los pies desnudos y a los zapatos, a las guaguas y a los descapotables, a las abulias y a los aburrimientos. Seguro que hay manzanas para todos. Por favor, sirvan manzanas para todos. Manzanas sanas. Sin gusanos para todos.