Amemos el lujo, la belleza del objeto bien hecho. Su calidad es su elegancia y su elegancia, su calidad, moneda bien acuñada. Amemos el lujo, las maneras amables, los tratos atentos, los gestos cuidados, las caras humildes, la vida de los hombres serenos -como decía el maestro Ramón Oteo-. La risa del otro siempre es grosera, ruidosa, vulgar. Amemos el lujo, su distancia, su discreción, su desafecto de lo ostentoso. El lujo no brilla, no llama la atención, odia chirriar. Amemos el lujo. Amémonos a nosotros mismos. Tiene que ver con los valores, no con el precio. El lujo es la dignidad. .