El globo, lleno de aire caliente, se fue elevando hasta el techo de un mundo de globos: aquel que acaba en la desintegración de todas sus aspiraciones; allí donde se encontró con otros globos agónicos, nostálgicos perdidos de la belleza de un viaje a los cielos deslumbrantes. Aquellos cielos donde las nubes de la somnolencia se abandonan en la flotación del color y la buena suerte, allí donde las cometas liberan un crisol de esperanzas y hacen pensar que los sueños adquieren -pulso y materia- la vida del logro y el placer.