
EPIGRAMA 26 A UN BOMBERO Cuando entraste en el cuerpo Ya sabías que Entre bomberos no se pisan las mangueras Pero es verdad que nadie te dijo Que no se pudieran chupar.
EPIGRAMA 26 A UN BOMBERO Cuando entraste en el cuerpo Ya sabías que Entre bomberos no se pisan las mangueras Pero es verdad que nadie te dijo Que no se pudieran chupar.
EPIGRAMA Hoy he aprendido que la gente se atreve más contra el bondadoso que contra el cruel. Marcan la vergonzante distancia con el cruel vengándose contra el bondadoso. Hoy he aprendido… pero igual no es un aprendizaje. Igual es una pura constatación.
EPIGRAMA 24 La educación de la antigua nobleza persa mandaba: “Montar a caballo; manejar el arco; decir siempre la verdad” Hoy podríamos sustituir el caballo y el arco, y cambiarlo por no contaminar los bosques o no ensuciar los ríos o el mar o no entrar en la avidez de los dineros. Decir siempre la verdad podría mantenerse como una virtud de la antigua nobleza persa, o de cualquier nobleza, normanda, zulú o turolense.
EPIGRAMA 23 No somos caballos. Ni altivos cipreses. Ni majestuosas montañas que rubrican la firmeza. No somos la tortuga longeva. Ni los cielos impolutos. Ni el polen que navega con los vientos. Ellos están para ser mundo. Nosotros estamos para ser fieles a una maldición: gastar el mundo.
EPIGRAMA 22 La basílica de elevados techos de pulcros suelos pulidos envolviendo un amplio espacio vacío, de sublime belleza, de una amplitud digna de un Dios en el que los demonios de la digestión, desvergonzados, le incitaron a tirarse un pedo sonoro, libre de ataduras morales incontrolable en su salvaje decisión, resonante en la magnífica acústica católica. Quiso mantenerse en la asunción digna de lo inadecuado, pero su mujer no pudo. La vulgaridad en el ámbito de lo sublime le hizo huir, turbada, por el oprobio y la vergüenza, de la mirada reprobatoria de los feligreses. Él salió detrás de ella, pero la perdió por toda la tarde romana. En la intimidad hubiera sido motivo de risa; en público, una ventosidad atronadora, puede destruir un matrimonio.
EPIGRAMA 21 Que te ponga cachondo hasta tu hija Que pasea en braguitas por la casa Con doce años contados te convierte En el sucio berraco más perverso De todas las pocilgas del demonio.
EPIGRAMA 20 Si ya en la paz afilas tu colmillo ¡Qué no harás cuando se declaren las reyertas voraces de los caníbales!
EPIGRAMA 19 El tiempo y sus estragos te señalan: Pasaste de joven rojo a viejo verde Sin perder ni un ápice de vergüenza.
EPIGRAMA 18 Que mientas para vivir tiene un pase; Que sea para hundir en la miseria Al desgraciado que te dio las llaves Del pequeño negocio familiar Te convierte en el máximo cabrón De todos cuantos roban a los pobres Para dárselo, fúnebres, a sí mismos.
EPIGRAMA 17 Reunidos en tertulia goliardesca, el poeta contaba con soltura historias personales con mujeres galantes incursiones tan procaces que hacían las delicias de los jóvenes. Que fuera maricón es un detalle grotesco, pero mínimo, sabiendo lo mucho que han sufrido los maricas en tiempos que mandaba aquel tirano con dictados morales insufribles. Si supo defender con honradez la belleza robada a la falacia de un país de miseria y represión, ¿tendrá derecho ahora a su relato que esconde el sufrimiento en el humor que divierte a sus jóvenes colegas?