
EPIGRAMA 23
No somos caballos.
Ni altivos cipreses.
Ni majestuosas montañas
que rubrican la firmeza.
No somos la tortuga longeva.
Ni los cielos impolutos.
Ni el polen que navega con los vientos.
Ellos están para ser mundo.
Nosotros estamos para ser fieles
a una maldición: gastar el mundo.