ORACIÓN LVIII Señor, la chica sensible y bella, sensible hasta el punto de la afectación por una nimiedad, bella hasta el punto de provocar la ensoñación de la felicidad posible, me bloquea porque piensa que soy un áspero troglodita después de un sortilegio de comentarios y reparos que le hago a sus opiniones sublimes, tan sublimes, cree ella, que solo merecen aprobación y aplauso, de una sublimidad, creo yo, que solo merecen piedad y desconsuelo. ¿Podrías, Señor, armonizar este desencuentro? Nada pretendo Señor, sólo quiero evitar esta sensación de que, con solo acercarme, se va a romper la porcelana china.