TENGO UN AMIGO Tengo un amigo que, si cayera en un pozo lleno de serpientes, acabaría jugando a las cartas con ellas o contándose historias de los desiertos o deliberando si Cristo es hijo de Dios o si Dios es hijo de la imaginación del hombre. Si me ocurriera a mi me escupirían venenos o mentiras, dejarían que el miedo me paralizara el fémur y me harían confesar mi afición a los óxidos o los caballos. Entraría en la selva de mi memoria y dejaría que mi abuela me diera un buen consejo para no flotar en la inercia de los insectos.