TENGO UN AMIGO
Tengo un amigo
que, si cayera en un pozo
lleno de serpientes,
acabaría jugando a las cartas con ellas
o contándose historias de los desiertos
o deliberando si Cristo es hijo de Dios
o si Dios es hijo de la imaginación del hombre.
Si me ocurriera a mi
me escupirían venenos o mentiras,
dejarían que el miedo me paralizara el fémur
y me harían confesar mi afición a los óxidos
o los caballos.
Entraría en la selva de mi memoria
y dejaría que mi abuela me diera un buen consejo
para no flotar en la inercia de los insectos.