
MUERTOS VIVIENTES
Todos los muertos
que no he enterrado
me esperan a la vuelta de la esquina.
Se acercan silenciosos a decirme
que fui un egoísta,
que no atendí a sus expectativas,
a sus sufrimientos,
que no luché lo suficiente,
que los dejé en la estacada.
Tienen los rostros cerrados.
Están en esa espera demorada
de las preguntas que no se contestan.
Todo en el aire, como ese trapecista
que no sabe si se va a encontrar
una mano que lo recoja
o una ausencia infinita.