MUERTOS VIVIENTES Todos los muertos que no he enterrado me esperan a la vuelta de la esquina. Se acercan silenciosos a decirme que fui un egoísta, que no atendí a sus expectativas, a sus sufrimientos, que no luché lo suficiente, que los dejé en la estacada. Tienen los rostros cerrados. Están en esa espera demorada de las preguntas que no se contestan. Todo en el aire, como ese trapecista que no sabe si se va a encontrar una mano que lo recoja o una ausencia infinita.