Oración LI Qué hacer, Señor, cuando el mal entra en el jardín de nuestra vida y lo enmaraña de resentimiento y amargura? Señor, ¿Cómo podemos evitar el daño del mal cuando el mal ya está hecho? Hace días que nos dieron la noticia de que la peste de la pederastia entró en nuestra comunidad. No hay nada más sagrado que la infancia. Tan sagrada como tú, Señor, que eres nuestra infancia redimida. ¿Quién le devolverá la inocencia al niño mancillado? ¿Cómo volverá la paz a las mentes de su familia, que somos todos? Señor, tú enseñas el perdón; a nosotros nos impulsa la venganza. Por eso tú eres Dios y nosotros simples mortales. ¿Cómo volver al jardín ordenado después de la catástrofe? No hay retroceso en la flecha del tiempo que nos lleva, pero sí hay vuelta atrás en el recuerdo de la memoria. ¿qué hacer? ¿cómo reparamos el daño? Nosotros necesitamos sanación, Señor, restaurar el camino hacia nosotros mismos, volver al jardín ordenado por la mirada y la palabra, rescatar el tiempo de la ilusión que nos impulsa, permanecer siempre en los inicios. El malvado no nos importa, Señor. Caigan sobre él, todos los desprecios, todas las maldiciones, todas las iras del mundo; que le sea devuelto y duplicado todo el daño que hizo, o todos los perdones, si tú quieres Señor. No nos importa su destino. Importan nuestros hijos, importa nuestra infancia, importamos nosotros. Entremos nosotros, pues, en el tiempo de la sanación. Dejemos la maldad en manos de la justicia.