
FANÁTICOS
Somos tozudos.
Cogemos un acto
y lo calentamos al fuego
de nuestros deseos
de nuestra sentimentalidad
para enderezarlo
en la dirección contraria
a la que el acto nos indica.
No nos lo podemos creer.
El acto es más sincero
que nuestra mente.
Nuestra mente es más obstinada
que el acto.
No se ve o no se quiere ver.
Y, así, enarbolamos banderas fanáticas
a favor de las fábulas fatídicas.